Resonancias: Estar, habitar y contemplar el bosque Pehuén

Por Carolina Castro J.

Carolina Castro: ¿Cómo perciben el estar aquí?, inmersos en un bosque, en un área de conservación de biodiversidad.

Lina Gómez: Siento una relación muy fuerte con el tiempo y con el espacio. Ya a tres semanas de estar aquí, tengo la sensación de que aún estoy llegando. Y en una semana más nos vamos. Tal vez es un buen tiempo para estar, pero no sé si para entender. Siento que estoy en una negociación con el tiempo. Aprendiendo de las cosas, y de cómo van cambiando y surgiendo otras dimensiones, otros contornos. 

Fernando Matus de la Parra: Yo también siento algo especial en relación al tiempo de este lugar. Y por otro lado siento muy fuerte la conexión con el arte, siento que aquí todo esto que nos rodea es arte. Mi trabajo implica generar acontecimientos creativos en torno a la naturaleza, y en algunos casos en entornos de conservación, entonces ver estas nubes que se posan aquí arriba, caminar a cada lugar, escuchar las Ranitas de Darwin (Rhinoderma darwinii), los diferentes pájaros, tomar agua directamente de los brotes que hay en el bosque, es estar viviendo el arte continuamente. 

Charlène Guillaume: El tiempo es sin duda un factor en común. En el bosque no hay más personas que nosotros por lo que la intimidad que se crea es muy fuerte. Me gusta ir al mismo árbol cuando voy a caminar y ver los cambios que van ocurriendo en el lugar. Ahora es el tiempo de la creatividad, pero hasta ahora siento que ha sido un proceso de entrar en el bosque y sentir su intimidad. 

C.C.: ¿Cómo ha sido lidiar con las expectativas de lo que cada uno de ustedes venía a hacer a la residencia en Bosque Pehuén, en contraste con lo que realmente han podido hacer aquí?

F.M.: Mi idea original era crear un ciclo sonoro, tomar elementos del lugar y crear distintos formatos. Pero hay algunas cosas impredecibles como el clima que no me han permitido llevar a cabo mi plan original. Eso me conecta con un tiempo natural, el tiempo para reposar, pensar y trabajar otros aspectos. Ahora mismo he tomado la opción de concentrarme en una instalación sonora en particular y tratar de avanzar lo más posible en ella. Esto surge de estar, habitar y contemplar el bosque. Las cosas comienzan a entrar, los tiempos, los ritmos, las sonoridades.

Esta instalación se hará en el bosque de Coihues (Nothofagus dombeyi) en un punto donde cantan particularmente varios pájaros. En base a varias visitas, a registros de larga duración que escuché varias veces, determiné que hay tres pájaros, Rayadito (Aphrastura spinicauda), Fiofio (Elaenia albiceps) y Chucao (Scelorchilus rubecula), que tienen una presencia rítmica, pulsativa, dentro del bosque, y otros que tienen una presencia más ocasional. En base a esa dinámica estoy creando un ensamble de músicos que se llama “Uñüm” y es para quinteto. Busca develar la actividad de las aves y del viento en el bosque de Coihues durante distintos momentos del día. Los músicos estarán repartidos en el bosque y responderán a los estímulos de cada canto de pájaro. 

L.G.: Como coreógrafa hace años que vengo investigando la imagen de la montaña como metáfora de movimiento, resistencia y fuerza. Normalmente yo estoy afuera de los trabajos que creo, quiero decir que yo dirijo, y mi equipo de artistas (bailarinxs, musicxs, dramaturgo, iluminador y vestuario) en Berlín ejecuta los proyectos. En este caso he venido sola, a observar este lugar, a entender. Mi trabajo está siempre en diálogo con todos ellos, y cuando hablamos de la montaña allá en Berlín, ésta se ve como algo lejano. En cambio, aquí estoy dentro de la montaña. A la vez estoy jugando mucho con la palabra porque también es una de las cosas que utilizo para dirigir, no solo mostrando con mi cuerpo sino el uso de la palabra como un transportador, la palabra como vehículo para moverse a lugares a imágenes. 

Hace poco estuvimos conversando con Doña Graciela que vive aquí, y hablamos mucho de la forma en que ella percibe la montaña. Recuerdo una vez que tomamos un té de Matico (Buddleja globosa); ella me contaba que para ella la montaña le traía una sensación de levedad, de paz. Le pregunté cómo sería bailar la montaña, y movió sus brazos levemente, como si estuviera flotando, mientras sonreía plácidamente. Me pareció un intercambio súper valioso, pues hasta ahora cuando pongo en movimiento la imagen de la montaña ha venido siempre con una calidad más de la tierra, más de las entrañas, no obstante, con la misma fuerza y placer de Doña Graciela.

Ch.G.: Mi proyecto lleva por título Objetos de encuentro y es espejo de un proyecto que he estado realizando en Francia. Una investigación sobre artefactos, objetos, lugares o arquitecturas que guardan algún tipo de relación entre lo humano y lo animal. La residencia ha sido un tiempo para hacer trabajo de campo y coleccionar historias y experiencias sobre este tipo de relaciones en específico en este bosque. Mi idea previa era poder llevar a cabo algunos experimentos que propiciaran encuentros humano/animal. ¿Cuál sería el lugar de encuentro con el Concón (Strix rufipes), esta rapaz nocturna? ¿Qué instalación podría acercarnos al nido del Peuquito (Accipiter chilensis), escondido en el dosel, o del Hued-hued (Pteroptochos tarnii), que vive en el suelo?

Mi investigación es sobre el desplazamiento de la percepción humana hacia la de los animales. Se trata por ejemplo de una tipología de plataformas suspendidas o escaleras para ir del sotobosque al dosel. Cada instalación está diseñada para un ave o grupo de aves en particular y, por lo tanto, requiere una lectura y comprensión detalladas del comportamiento del animal y la composición del bosque que habita.

C.C.: ¿Qué tipo de animales han captado tu atención en Bosque Pehuén? 

Ch.G.: Me gustaría trabajar con mamíferos de gran tamaño, pero para mi sorpresa en este bosque casi no hay mamíferos, o si los hay son muy difíciles de ver, o se han ido. Si tomamos el ejemplo del Puma (Puma concolor), éste necesita un área muy grande, que creo ha encontrado en otra parte de la cordillera. Y nosotros -con alegría- descubrimos nuevas huellas del puma en las alturas de la reserva. ¡Esta es una muy buena señal para que los grandes mamíferos regresen aquí! 

C.C.: Seguro debe haber otros muchos seres mucho más pequeños, pero que son esquivos al ojo humano, insectos, etc. que son fundamentales para la vida del bosque pero que prácticamente no los podemos ver. 

Ch. G.: La Ranita de Darwin por ejemplo la pudimos ver en una zona del bosque donde hay grandes árboles cortados producto de explotaciones forestales previas a la conservación. Me pareció interesante que la ranita en peligro de extinción habite en esa zona donde hay historias muy humanas, lo que parece una contradicción. Pienso que hacer una reserva natural no solo es proteger y restaurar ecosistemas biológicos, también es trabajar con las comunidades humanas que tradicionalmente la habitan. Aquí, la reserva está en territorio Mapuche, Pehuenche. Allá afuera están los efectos del extractivismo, la tala y la piscicultura, el turismo masivo, que impactan tanto a comunidades humanas como no humanas. La salud del bosque también significa la salud del suelo, del agua y de los cuerpos. Y luego está la cuestión de la recuperación de la tierra, la soberanía alimentaria, la agricultura tradicional y otros. Todos estos temas son políticos: se trata de hacer alianzas, de luchar por defender y preservar un territorio biocultural amenazado. 

C.C.: Hace un tiempo leí que un árbol caído que ha muerto es tan importante para el ecosistema del bosque como un árbol vivo que permanece en pie. 

L.G.: Aquí hay muchos árboles muertos que no necesariamente están acostados, que permanecen en pie.  La imagen del árbol muerto es una cosa imponente, es movimiento puro, así como es también una metáfora de la ancestralidad. Un árbol muerto en pie carga la memoria del bosque, es un testigo silencioso y totalmente activo, aunque de una manera imperceptible (a nuestra mirada humana) y su transformación acoge continuamente la pluralidad del bosque. 

F.M.: El bosque es un sistema muy complejo. Los árboles tienen memoria, y los árboles muertos también la tienen. Ellos guardan información que se transmite al bosque para ver cómo el bosque tiene que crecer y continuar sus ciclos. Los árboles antiguos, grandes son muy importantes, incluso cuando ya están muertos. 

C.C.: Es como la memoria de los abuelos. 

F.M.: Porque el tiempo que estamos viviendo aquí en el Bosque Pehuén es un tiempo antiguo, un tiempo ancestral, que es el que se vivió hace doscientos años, y mucho más. Este lugar carga historias de explotación, y también historias de fuerzas naturales. 

C.C.: Un tiempo no lineal, que existe de forma simultánea, tejida o entrecruzada. Existe un dilema filosófico que se pregunta si cuando un árbol cae en el bosque emite algún sonido si nadie lo está escuchando. Parece obvio en relación a lo que estamos hablando, que el árbol al caer emite un sonido que no es solo un sonido para el oído humano, sino un sonido que es para el bosque y todos los seres que habitan ese lugar. Citando a Murray Schafer, el sonido es también parte de una ecología, el sonido de ese árbol tiene una función en el lugar donde cae. 

F.M.: Algo que es común a nuestras investigaciones aquí, con Lina y Charlène, es que los tres nos estamos cuestionando nuestro antropocentrismo, y estamos explorando, cada uno a su manera, la equidad biosférica. Esto en mi trabajo se manifiesta como la igualdad de condiciones entre el intérprete y los paisajes sonoros. El intérprete tiene escucha obligatoria del entorno y ejecuta la obra en conjunto a sus acontecimientos. No se busca estar por sobre la naturaleza, sino que se aprende de ella trabajando particularmente desde la temporalidad de los espacios. 

Ch.G.:  Para mí eso es algo que estoy buscando constantemente en mi trabajo. Traducir las huellas de los habitantes, la arquitectura invisible de los animales. Hicimos una caminata con Tomás Ibarra, ornitólogo, y él veía cosas que nosotros no veíamos. Por ejemplo, un pequeño agujero en el árbol es la casa del Carpintero (Campephilus magellanicus), o las huellas de la madriguera del Monito del Monte. Entonces, el conocimiento de Tomás nos abre otra mirada del bosque. Lo mismo cuando Lina observa el bosque ve cosas distintas de las que vemos Fernando y yo en busca de nuestros propios encuentros con este lugar. 

F.M.: Tuvimos una linda experiencia con Tomás. Y a mí me sorprendió que cuando comencé a explicarle de los ensambles musicales que estaba creando, él me habló de los ensambles ecológicos, que es algo que no conocía. Cada lugar tiene su ensamble ecológico. En mi caso específico cuando yo estaba haciendo los registros espectrales pude ver que ciertos pájaros solo cantan en ciertos lugares y no en otros. Y todos ocupan un espacio sonoro particular, suenan en frecuencias únicas a tiempos que son muy sincrónicos. 

C.C.: Aquí ustedes conviven casi todo el día con ese mundo más que humano, pero también con ustedes mismos, y de cierta forma nutren sus procesos creativos e investigativos el uno del otro. ¿Cómo ha sido la experiencia de compartir este proceso entre ustedes?

L.G.: Creo que ahora que llevamos más tiempo juntos se han comenzado a producir cruces. Nos mostramos nuestras ideas, compartimos procesos. Como tenemos mucho tiempo, yo siento una lluvia de creatividad y quiero llevar a cabo cientos de ideas. Algunos que se pueden hacer en el día a día, otros que quedan solo en ideas. 

F.M.: Bajo ciertas necesidades uno observa los proyectos de sus colegas en busca de respuesta a sus propias investigaciones. Cuando yo estaba grabando en el sotobosque necesitaba levantar los micrófonos, para ello Charlène me propuso un diseño para generar un bastón para poner las grabadoras en lo alto. Por otro lado, el trabajo poético de Lina, su investigación con palabras para la creación de sus coreografías ha sido muy inspirador a la hora de recopilar sonidos de pájaros. 


Carolina Castro Jorquera (San Felipe, Chile, 1982) es curadora e investigadora. Doctora en Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid (2016). Ha cursado el Master en Arte Contemporáneo y Cultura Visual del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en España (2010) y participado en el Cuarto Curso Internacional de Curadores de la Bienal de Gwangju (GBICC), Corea del Sur (2012).

Desde su práctica curatorial e investigativa, está interesada en el arte como una herramienta que nos permita restaurar las sensibilidades colectivas que durante siglos han nutrido nuestras relaciones con lo que llamamos naturaleza. Sus áreas de investigación circulan entre las cosmologías de las naciones indígenas, el pensamiento colonial, la fuerte influencia europea, las dictaduras y, más recientemente, la gran explotación de la biodiversidad de la región, y la forma en que éstas han orientado la práctica y el pensamiento artístico en América Latina.

Sus escritos han sido publicados en revistas como Artishock, Latinxspaces, The Miami Rail, Terremoto y en la plataforma online de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, y se encuentran disponibles online en su blog.caroinc.net. Actualmente es profesora del Magíster en Investigación/Creación de la Imagen de la Universidad Finis Terrae, y autora de El Camino de la conciencia: Mira Schendel, Víctor Grippo y Cecilia Vicuña publicado por en ediciones UFT (2020).